Tras dos jornadas sin hacerlo, el Atlético se reencontró con la victoria. Pero sigue jugando con fuego en el Calderón. Ante el Sevilla (4-3) se salvó. Ante el Villarreal, su torpeza para mantener la ventaja provisional provocó el incendio (3-4). Y ayer volvió a salir ileso, repitió el 4-3, es quinto y se pone a un punto de Champions.
Pero si hubiera salido otra vez cruz, la desconcertada afición local no se hubiera extrañado. Porque asistió a otro enloquecido aluvión de alternativas, fallos, goles y emoción. Una diana tempranera de Maniche auguraba tranquilidad, pero el Atlético se empeñó en complicarse.
Perea y Seitaridis no estuvieron, y Ze Castro y Valera, sus sustitutos, se podría decir que tampoco. Porque la zaga rojiblanca, otra vez, fue un coladero. Así, Víctor y Sisi voltearon el duelo. Y Llorente hizo el tercero.
Por suerte para los locales, Maxi, el auténtico pulmón de este equipo, respondió a los goles con dos zarpazos, pero Valera dejó al Atlético con diez y con el rabo entre las piernas. Pero ayer sonó la flauta y Pedro López decantó esta locura con un autogol.
A por los electrocardiogramas
Javier Aguirre, técnico del Atlético, reconoció que ayer le sonrió la «fortuna» a su equipo, del que destacó sus «ganas de ganar», y admitió que, con el 1-2, el 2-3 y el 3-3, ya con un hombre menos, el panorama era, «cuando menos, oscuro. El 3-3 ya me parecía buenísimo». Luego bromeó: «Vamos a hacernos un electrocardiograma».
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